Bloomington, Minn.,
01
Agosto
2018
|
14:07
America/Chicago

Bien Feliz Volando a Casa

Veterano de la Segunda Guerra Mundial iza la bandera; memorias y piel de gallina en la ceremonia del estadio de béisbol.

Este verano, miles de aficionados del béisbol se reunieron dentro del estadio de béisbol en Minneapolis para ver un juego en la tarde.

Antes, se presentó el Tte. Cmdt. Bill Connell a la audiencia. Escucharon un poco de su historia y lo vieron izar la bandera de Estados Unidos antes del himno nacional. Aplaudieron, colocaron sus manos sobre sus corazones y cantaron el himno "The Star-Spangled Banner" (La bandera adornada de estrellas).

Luego, los aficionados se pusieron a ver el partido de béisbol en América. El aviador de la marina de 94 años de edad, quien llevaba puesta su chaqueta de cuero de vuelo de hace décadas y su gorro de veterano de la Segunda Guerra Mundial, también vio el juego.

Los aficionados oyeron una pequeña parte de la historia de William. Sin embargo, todo el episodio épico es la razón por la que se construyen monumentos, se escriben libros y se graban películas.

Justo antes del amanecer, el 4 de julio de 1944, Bill, un piloto de 19 años de edad y su compañero despegaron hacia su primera misión de bombardeo. Su tarea era eliminar una pequeña estación de radio en la pequeña isla de Chichijima, a varios cientos de millas al sur de Japón.

La primera misión de bombardeo de Bill estaba a punto de terminar. Sería su última.

Un fuego antiaéreo desde tierra arrancó la cola de su avión. Se eyectó de su aeronave y cayó en el Océano Pacífico. Bill nunca supo bien qué le pasó a su compañero, pero se lo imagina.

Bill flotó en el agua por casi una hora hasta que llegaron botes de rescate japoneses que lo tomaron como prisionero. Entonces, comenzó el infierno de Bill. Lo amarraron a una palmera colgándolo de los brazos desde el anochecer hasta el amanecer. Después de un segundo árbol, luego de un tercero.

"Me dieron una buena paliza", dice Bill.

Bill fue prisionero de guerra por un total de 15 meses, incluso durante el bombardeo de Tokio. "Pasaron meses interrogándome", dice Bill. "Estaban seguros de que sabía algo".

Los infantes de marina liberaron a los prisioneros de guerra del campamento cuando la guerra estaba por terminar y Bill finalmente fue enviado a su casa; "dando saltos y brincos por semanas en un avión de cuatro motores que voló sobre el Océano Pacífico", contó él. La marina le permitió enviar un telegrama a su casa, pero le limitaron a cuatro palabras. Sus palabras fueron bellas, conmovedoras y muy eficientes: "Bien Feliz Volando Casa".

Finalmente aterrizó en Oakland, Calif. Después, viajó a Seattle, su ciudad natal, donde pasó la mayor parte del año internado en el hospital, recuperándose de sus lesiones.

A pesar de luchar con el trastorno de Estrés Postraumático, Bill se mantuvo fiel a la Marina después de la guerra. Continuó como piloto y lo estacionaron en Japón, Guam y, finalmente, Minneapolis. Le premiaron con las medallas Purple Heart (Corazón Púrpura) y Prisoner of War (Prisionero de Guerra).

Durante los siguientes 23 años, trabajó como agente de State Farm® en Bloomington, Minn. Ha sobrevivido a dos esposas y a todos sus cuatro hijos. Su nieta, Laura, cuida de él.

Bill ha regresado a Chichijima varias veces, incluyendo una vez con el Presidente George H.W. Bush, quien también fue derribado cerca de la isla.

Gary Gilbertson, quien ha sido agente de State Farm por 30 años y quien ahora trabaja en la oficina anterior de Bill, ayudó a organizar el evento en el juego de béisbol para honrar a Bill.

"Él izó la bandera pasando una mano sobre la otra", dice Gary. "Tenía puesta su chaqueta de cuero de bombardero, un gorro de veterano de la Segunda Guerra Mundial y lo estaban proyectando en una pantalla grande para que todos pudieran verlo. Al final, le rindió honores a la bandera. Todas las personas en el estadio se pusieron de pie y aplaudieron. Fue un momento impresionante".

"Fue la experiencia más emocionante de mi vida", dice Bill. "Efectivamente icé la bandera y luego me llevaron a mi asiento y me senté y vi el juego de béisbol".

Julie Chapman es otra agente de State Farm que presenció el evento.

"Fue algo poderoso", dice Julie. "Había hombres adultos con lágrimas que corrían por sus mejillas".